martes, 25 de mayo de 2010

Necesitamos clínicos pediatras………

Necesitamos clínicos pediatras………Por Carlos González Landa

Como estudiante de medicina aprendí el arte de mirar, escuchar y tocar. Miré gargantas eritematosas y pultáceas, tímpanos despulidos y abombados, escleróticas amarillas, manchas café con leche. Escuché sibilancias y la cacofonía de los estertores respiratorios, el silbido de los murmullos mitrales, el gorgoteo intestinal. Toqué los bordes resbaladizos de bazos e hígados, la tersura de la piel de un lactante, la marmórea dureza de un cáncer….Actualmente, la complejidad creciente en fabulosa progresión geométrica puede decirse, somete al médico, especialmente a los que están en formación, a la necesidad de solicitar exámenes complementarios cada vez más sofisticados y en directa relación al lugar donde se estén formando. Pareciera que el diagnóstico se basa en tal o cual estudio: resonancia nuclear magnética para una cefalea aguda, pruebas funcionales respiratorias para hablar de asma, dosaje de anticuerpos antigliadina, antiendomisio y antitransglutaminasa para pensar en enfermedad celíaca, Score Z para evaluar el crecimiento, dosaje de interleuquina 6 (IL 6) para predecir el riesgo de padecer fibrodisplasia pulmonar……. Si bien es cierto que los avances científicos y tecnológicos contibuyen a “afinar” o certificar ciertos diagnósticos, no es menos cierto que la historia clínica basada en una cuidadosa anamnesis, un meticuloso examen físico y un ordenado razonamiento, siguen siendo el arma fundamental con la que cuenta el médico para ejercer su arte. Es coherente partir del enfermo y no de la enfermedad y de aquí, por un método de razonamiento y de síntesis, arribar al diagnóstico diferencial y etiológico del proceso que afecta al paciente.

Cuando llega el momento de elegir a qué vamos a dedicar nuestra vida profesional el tenor de adrenalina es muy elevado….Nos gusta el paciente crítico, el caso raro, el difícil, la actividad con vértigo….y nos lanzamos hacia las subespecialidades que implican desafíos horarios, prácticas invasivas, medicina de avanzada….y nos introducimos cada vez más en la complejidad específica, perdiendo muchas veces el panorama general. No es menos cierto que las diferentes subespecialidades son capaces de brindar satisfacciones intelectuales, científicas, prestigio y ventajas económicas.

Es bueno y necesario que existan cada vez mejores especialistas; pero….necesitamos cada vez más y mejores clínicos pediatras.

La pediatría ambulatoria y atención primaria de la salud sigue teniendo destino de cenicienta. Se trata de una actividad desvalorizada tanto por la sociedad como por la profesión medica. Sigue estando pendiente que el cuidado integral de la salud de los niños centrado en sus necesidades físicas, emocionales y dentro del ámbito irremplazable de la familia, se desarrolle como una actividad valorada por todos.

Necesitamos pediatras que sean capaces de:

-Identificar las vulnerabilidades biomédicas y psicosociales específicas que permitan ayudar al niño y a su familia a mantener la salud.

-Realizar medicina preventiva para el paciente y su entorno.

-Resolver los trastornos del niño que motivaron la consulta, o derivar oportunamente, cuando ello no fuera posible.

-Calmar la ansiedad de los padres, generada por la existencia de un problema cierto, fantasmas de la inexperiencia, y muchas veces contribución de los “opinologos” de adentro y de afuera que interfieren hasta con los lineamientos del médico de cabecera.

-Contener al niño y su entorno en el manejo de las situaciones agudas y crónicas y de esta manera evitar tratamientos innecesarios, peregrinaciones estériles e internaciones riesgosas.

-Contribuir íntegralmente con la crianza de los niños con compromiso, dedicación, presencia y disponibilidad de tiempo……mucho tiempo.

-Tratar y supervisar como médicos de cabecera las enfermedades crónicas en forma ambulatoria, y estar preparados para integrar equipos interdisciplinarios de trabajo cuando las circunstancias lo requieran.

-Asesorar y acompañar a los padres para que los hijos puedan vivir la adolescencia como una etapa evolutiva particular y no como fuente de conflictos y problemas.

-Reconocer el momento adecuado para el desprendimiento (en algún momento lamentablemente dejan de ser niños) y saber que puede ser distinto en cada paciente.

-Ser referente de la familia para la salud.

Aprender sobre los pacientes: tal era el mensaje de nuestra formación medica. Pero aprender de los pacientes y sus padres fue un aspecto de mi formación que vino mucho después. Escuchen a sus pacientes, dejen que ellos les enseñen. Para adquirir sabiduría deben seguir siendo estudiantes.

Nuestra región esta llena de grandes pediatras que nos mostraron y nos muestran el camino. La mayoría de ellos sin ruido, con humildad, compromiso y mucho esfuerzo. En sus hospitales, salas periféricas y consultorios privados, haciendo de esta actividad una hermosa “forma de vida”, sacrificando muchas veces parte de la propia y regalando arte, ciencia y sonrisas a quienes lo requieren. Sería imperdonable para un pediatra en formación, que pasaran junto a uno de ellos, y no aprovecharan para “sacarle” algo de lo mucho que tienen para dar.

Dr. Carlos Gonzalez Landa
Clínico Pediatra